19 de septiembre de 2010

Bariloche y sus contrastes

De causas y efectos: ocultamientos por conveniencia


Según estadísticas oficiales de la Coordinadora contra la represión policial e institucional (Correpi), desde el 2003 hasta la fecha se han registrado en Argentina 1320 casos del denominado “gatillo fácil” (¿Hay algún gatillo difícil de apretar para la policía del estado argentino?). Lo escalofriante de esta cifra es que no engloba a las personas en situación de desaparecidas por el accionar de las fuerzas represivas, de las cuáles no se tiene ninguna información precisa, sólo la confirmación de que el aparato policial está detrás de todo este andamiaje de violencia institucional y de que se trata de pobres de los barrios periféricos, asentamientos y villas.
El asesinato de Diego Bonefoi en Bariloche, y las de Nicolás Carrasco y Sergio Cárdenas luego de la represión ante la pueblada espontánea de los habitantes del “El Alto” barilochense, una suerte de ghetto a donde centenares de familias han sido corridas para no opacar “el encanto turístico de la Suiza Argentina”, debe incluirse como una de las últimas manifestaciones de represión y muerte en manos de las fuerzas policiales argentinas.
Durante días enteros los noticieros televisivos, las radios y diarios con tirada nacional se encargaron de realizar innumerables hipótesis para entender el porqué de este hecho puntual. Los periodistas presentaron diferentes análisis sociológicos a través de “expertos” sociales sobre lo que denominaron “la explosión social en Bariloche”. Todos, sin excepción, se ocuparon del tema. Pero ninguno de ellos al indagar el problema partió de la premisa básica de que a cada consecuencia en la realidad, la genera una causa social; a cada acción una respuesta. De esta manera, si se pretende conocer el porqué de estos hechos inevitablemente debe conocerse el contexto.
Según el censo poblacional de 2001 vivían en Bariloche 93000 personas. Haciendo una proyección en base al crecimiento demográfico, se estima que actualmente viven en la ciudad cerca de 130000 habitantes. De ese número, sólo el 44% está efectivamente en actividad, por consiguiente, el 56% es pasivo. En cuanto a las tasas de desempleo y subempleo los números también son altos: 9,11% y 10,13% respectivamente, lo que juntos arrojan un índice de 20%.
Estos números
[1] se agudizan si se tiene en cuenta que entre 2005 y 2009 los precios minoristas aumentaron 140%, un 30% más que en el Gran Buenos Aires. En San Carlos de Bariloche una familia con ingresos menores a $1400 por mes debe ser considerada indigente para las estadísticas oficiales, y si no llegaba a $3000 como pobre. (Particular forma de segmentar la pobreza para los popes económicos. No sólo hacia arriba las diferencias de clases son generadoras de estatus, sino que hacia abajo se pretende hacer lo mismo, creando la falsa idea de que se puede estar mejor, sólo es cuestión de proponérselo. Pero volvamos a los números, que no por eso dejan de ser un reflejo de lo que muchos viven). Teniendo en cuenta este parámetro de medición, 7400 hogares se encuentran bajo la línea de pobreza, siendo 2600 hogares indigentes. O sea, el 32% de los hogares en Bariloche son pobres. A ello hay que sumarle que cerca del 35% de las familias están afectadas por el déficit habitacional.



Altos y bajos: ciudad europeizada, ghettos argentinizados

En el imaginario social Bariloche está asociada a la idea de ser una ciudad próspera y pujante gracias al turismo que saca réditos de sus hermosos lagos y vegetaciones en los meses de calor, y de la nieve y sus centros de sky en invierno. Desde hace décadas esta imagen idílica de la ciudad viene siendo sostenida desde las esferas del poder, los medios de información y por aquellos con intereses directos en la zona. Sin embargo, esta imagen engañosa de la que descaradamente han dado en llamar la “Suiza Argentina”, oculta la realidad de explotación, miseria y violencia que viven cotidianamente miles de personas.
La fragmentación social es tal que los sectores que se autodenominan “el centro” y “los kilómetros” se vanaglorian del supuesto empuje y progresismo económico que le otorgan a la ciudad, culpando a “los otros”, los ocultos, los que deben ser invisibilizados, de todos los males habidos y por haber. Es tal la fragmentación que estos estereotipos en el imaginario social tienen su correlato en la geografía de Bariloche.
Mientras unos constituyen sus barrios con arquitectura y aires europeos en la zona noroeste de la ciudad, lindante al lago Nahuel Huapi; los otros han sido desplazados o como cínicamente se sostiene desde el poder, relocalizados en las zonas altas del sur sobre la ruta 40 camino a El Bolsón, alejadas del casco urbano.
El Alto es, por consiguiente, la parte de Bariloche que debe ser ocultada, negada, invisibilizada para no entorpecer el progreso de los habitantes “honrados” del casco urbano. ¿Será por eso que los mapas que se reparten en las oficinas de turismo omiten este sector de Bariloche?
Sin embargo, como bien sostienen Gerardo Wilgenhoff y Mariana Ávila en la investigación “Detrás de la blanca nieve. El Bariloche que no se ve”: “Resultaría absurdo, asimismo, adjudicar al “Alto” características homogéneas, ya que en realidad existen importantes diferencias en cuanto al origen de su población, de sus rasgos culturales, de su poder adquisitivo o de su situación habitacional. La multiplicidad de barrios del “Alto” habla de su heterogeneidad: Arrayanes, Cooperativa 258, Seis Manzanas, Frutillar, 400 Viviendas, San Ceferino, Nuestras Malvinas, Nahuel Hue. Sin embargo, hablamos siempre de asentamientos con viviendas inestables, hechas con madera, cartones y chapas, y cuyos rasgos característicos son el amontonamiento y la precariedad. Se trata sin dudas de barrios obreros”.

El Poder y sus muertos: ¿Gatillo Fácil? ¡Política de Estado!

El jueves 16 de junio fue asesinado de un tiro en la cabeza el joven Diego Bonefoi de tan sólo 15 años, por un policía de la comisaría 28 del barrio Boris Furman del “Alto”. ¿La excusa policial? La actitud sospechosa del joven.
Las protestas y posteriores enfrentamientos entre los familiares y amigos con la policía originó dos muertes más: las de Matías Carrasco de 16 años y la de Sergio Cárdenas de 29 años.
¿La solución propuesta desde el Poder? El envío desde Río Negro de la Brigada de Operaciones Rápidas y Antitumulto (BORA), la sección policial encargada de apalear y detener menores en El Bolsón.
¿Negligencia estatal? ¿Errores humanos? ¿Abuso de poder? ¿Excesos? ¿Gatillo Fácil?
¡No! Política de Estado al servicio de sus ricos para seguir sosteniendo la razón social del capitalismo: la explotación del hombre por el hombre.

Gastón
Publicado en Libertad Nº56 (Septiembre-Octubre)

[1] Diario “Río Negro”. 18/07/2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario